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Características principales

Título del libro
con las mujeres nunca se sabe
Serie
EL SEPTIMO CIRCULO
Autor
james hadley chase
Idioma
Español
Editorial del libro
Emecé
Edición del libro
1976
Tapa del libro
Blanda
Volumen del libro
287
Con índice
No
Año de publicación
1976

Otras características

Cantidad de páginas
217
Altura
18 cm
Ancho
11 cm
Peso
111 g
Material de la tapa del libro
Cartulina
Con páginas para colorear
No
Con realidad aumentada
No
Traductores
kicsi Schwarcz
Género del libro
NOVELA POLICIAL,POLICIAL,Suspenso,THRILLER
Subgéneros del libro
NEGRA,Novela,Policial
Tipo de narración
Novela
Tamaño del libro
Bolsillo
Colección del libro
El septimo circulo
Edad mínima recomendada
12 años
Edad máxima recomendada
122 años
Escrito en imprenta mayúscula
No
Cantidad de libros por set
1
ISBN
8402089135

Descripción

es la primera edicion en excelente estado, bordes de hojas amarillos logica por el paso del tiempo pero impecable.
Se trata de un libro de la coleccion el septimo circulo, el numero de volumen 287, aquella que Borges y Bioy Casares idearon y prologaron.
Es un articulo de coleccion hermoso

James Hadley Chase, cuyo verdadero nombre era René Babrazon Raymond, (Londres, 24 de diciembre de 1906 - Corseaux, 6 de febrero de 1985), fue un escritor británico. Escribió también bajo los pseudónimos James L. Docherty, Ambrose Grant, y Raymond Marshall.
Chase editó el periódico de la RAF junto con David Langdon, y muchas de las historias que aparecieron fueron publicadas luego de la guerra en el libro Slipstream. Escribió principalmente novela negra.
Chase se mudó a Francia en 1956 y luego a Suiza en 1961, viviendo en forma apartada en Corseaux-Sur-Vevey, al norte del Lago de Ginebra, desde 1974. Falleció allí, el 6 de febrero de 1985.
En 1946, Graham Greene, quien era un gran amigo de Chase, seleccionó una de sus novelas, Más mortífero que el hombre (escrita bajo el pseudónimo Ambrose Grant), para publicarla bajo la firma Bloomsbury.
Chase escribió la mayor parte de sus libros usando un diccionario de jerga americana, mapas detallados, enciclopedias, y libros de referencia sobre los bajos fondos americanos. La mayor parte de los libros estuvieron basados en eventos que ocurrieron en los Estados Unidos, aunque él nunca vivió en ese país, excepto en dos breves visitas a Miami y a Nueva Orleans.
A diferencia de las novelas de Agatha Christie, en casi ninguno de los libros el lector tiene que adivinar quién es el asesino. El lector sabe quién es desde el principio, y la trama de los libros radica en que Chase siempre mantiene al lector intrigado, preguntándose "¿qué sucederá ahora?".
En la mayoría de sus novelas, las mujeres desempeñan papeles importantes. El protagonista se enamora de ellas y asesina para complacerlas y poder conquistarlas. Solo una vez que el crimen está consumado, el protagonista se da cuenta de que ha sido utilizado.

En febrero de 1945 nació El Séptimo Círculo, la colección dirigida por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. El primer título fue La bestia debe morir , de Nicholas Blake, en traducción de Juan Rodolfo Wilcock. La novela narraba el minucioso plan de un padre para asesinar al hombre que había atropellado y dado muerte a su hijo.
Nicholas Blake era el seudónimo que usaba el poeta Cecil Day Lewis (padre del actor Daniel Day Lewis) para escribir sus novelas policiales. Desde el volumen inicial de su catálogo, El Séptimo Círculo fue un éxito, y durante muchos años las tiradas se mantendrían alrededor de los 14.000 ejemplares. Borges contaría, sin embargo, que le había costado convencer a la editorial de las ventajas de la colección, por la ausencia de prestigio del género.
El Séptimo Círculo -cuyo título evoca el anillo del infierno que Dante reservó a los violentos- estuvo destinada desde un principio al policial clásico inglés. Sin embargo, a lo largo de sus 366 volúmenes (publicados entre 1945 y 1983; el último fue Los intimidadores , de Donald Hamilton) hay curiosas intromisiones. No sólo aparecen algunos títulos del policial negro -James Cain, Ross Macdonald, John D. Macdonald y James Hadley Chase, algunos publicados aun en los primeros años de la colección- sino también ciertos libros que trabajan en los bordes de la literatura fantástica. Entre estos están El caso de las trompetas celestiales , de Michael Burt y la magistral El maestro del juicio final , de Leo Perutz, cuyas soluciones violan las normas que Borges le exigía al género.
Entre los pocos libros de autores nacionales hay dos clásicos: Los que aman, odian (n° 31), de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, y El estruendo de las rosas (n° 48), de Manuel Peyrou. Los otros autores cercanos son Enrique Amorim (uruguayo radicado en Buenos Aires), María Angélica Bosco (que desarrolló casi toda su literatura dentro del género), Eduardo Morera, Alejandro Ruiz Guiñazú y Roger Pla. Estos tres últimos firmaron con seudónimo (Max Duplan, Alexander Rice Guiness y Roger Ivness, respectivamente), lo que revela la desconfianza que todavía provocaba el policial.
Se suele oponer El Séptimo Círculo a la novela negra. Pero el verdadero enemigo conceptual para Borges y Bioy no era el policial norteamericano, sino el francés. Por ese entonces la editorial Tor publicaba en ediciones económicas de portadas y páginas amarillas títulos de los autores de habla francesa Gastón Leroux, Maurice Leblanc y Georges Simenon (al que Borges tampoco valoraba), junto con otros autores como Edgar Wallace y S. S. Van Dine (a quien Borges detestaba especialmente). La colección de Tor -tapas chillonas, traducciones a menudo deficientes- no era la estrategia más adecuada para la revalorización que pretendían Borges y Bioy.
Desde los años treinta, Borges venía publicando notas sobre el género. Pero El Séptimo Círculo estaba lejos de ser la puesta en práctica de los criterios expresados en aquellas notas. Se sabe que Borges prefería el cuento a la novela. ("Toda novela policial que no es un mero caos consta de un problema simplísimo, cuya perfecta exposición oral cabe en cinco minutos, pero que el novelista -perversamente- demora hasta que pasan trescientas páginas.") Pero la lucha por el dominio de una estética u otra dentro del género policial se daba sólo en el campo de la novela. ¿Qué posibilidades de triunfar hubiera tenido una colección que sólo incluyera cuentos? Para eso estaban las antologías -de las que también se ocuparon Borges y Bioy-, no las colecciones.
Los 366 volúmenes de El Séptimo Círculo dejaron afuera los relatos favoritos de Borges: los de Gilbert K. Chesterton. Esta ausencia se debió seguramente a problemas de derechos. Borges reparó la omisión en su Biblioteca Personal (allí apareció una selección de relatos del padre Brown: La cruz azul y otros cuentos ).
En el caso de los primeros 120 volúmenes, Borges y Bioy Casares participaron activamente en la selección de los títulos. Luego, a mediados de los años sesenta, el editor Carlos V. Frías se hizo cargo de la colección. En los últimos años, las ilustraciones de José Bonomi desaparecieron y así se borró también el espíritu de la serie. Los diseños geométricos de Bonomi representaban muy bien la estética de la novela-problema. Muchos años después, al recordar la colección, Bioy Casares atribuyó al diseño de portada y al emblema de El Séptimo Círculo -un caballo de ajedrez- buena parte del éxito.
Antes de que surgiera la idea de El Séptimo Círculo, Borges y Bioy propusieron a la editorial Emecé una colección que llevaría por título Sumas. Escribe Bioy en sus Memorias : "Nuestro propósito era deparar al lector deslumbrantes revelaciones, convencerlo de que autores considerados pilares de la cultura pueden ser también curiosamente originales y amenísimos". Pero el proyecto que avanzó no fue esa popularización de lo consagrado sino, al revés, la consagración de un género popular y menospreciado.

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