Madre Mercedes Del Niño Jesus Guerra- Miglioranza
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LIBRO DE 208 PÁGINAS EN ESTADO COMO NUEVO
12 POR 18 CM
En la vida de Mercedes del Niño Jesús Guerra, el dolor, las contrariedades, las dificultades fueron una constante. Sin embargo, los límites que constantemente encontraba en su camino no eran sinónimo de fracaso. Por el contrario, cada obstáculo era una nueva oportunidad para buscar nuevas alternativas y seguir adelante. No cabe duda que hacía honor a su apellido, siempre luchando, enfrentando a cada paso los impedimentos, una guerrera de la vida. Su heroico espíritu había demostrado que huir de las dificultades no era algo que considerara como una opción. Y así fue como una vez más su débil salud quiso trabar sus planes. Sucedió que mientras se encontraba trabajando en la casa de la familia Lezica sintió agudos dolores en ambos ojos, y quedó totalmente ciega. Los Lezica buscaron de forma inmediata que fuera atendida, sin embargo, los médicos se mostraron escépticos, negando cualquier posibilidad de recuperación.
Contardo Miglioranza nos cuenta: "Un especialista distinguido después de examinarla, como único remedio aconsejo practicarle una operación con el solo fin de aliviarle los agudos dolores que sufría. Pero aseguró terminantemente que no recuperaría la vista." Estamos en un momento crucial en la vida de Mercedes. Ante la impotencia de la medicina, se pone en manos de Dios. Se muestra dócil ante el dolor, no reniega ante su discapacidad. Es normal pensar que la "oscuridad" de sus ojos cubría también su estado de ánimo. Pero no. Una vez más da ejemplo de fortaleza, de tenacidad, de constancia. Su fe no le permite caer en la tentación que caemos muchos: renegar de Dios, renegar de nuestra vida, renegar de la fragilidad propia de nuestros cuerpos. Ella confía en que esta oscuridad es pasajera, porque los verdaderos guerreros cuando pierden batallas no se sienten vencidos, solo aguardan con paciencia tener una nueva oportunidad de demostrar su valor. Entonces comienza un largo viacrucis en la vida de Mercedes.
Los médicos que admiraban a la santiagueña que había salvado a tantos durante las epidemias, la visitan tratando de convencerla que debía operarse. Una operación que no haría que recuperara la visión, solo que se detuvieran los dolores que la atormentaban. La enfermedad que afectaba los ojos de la sierva de Dios era un glaucoma y para la época, no se conocía un medio de curación, solo paliativos que quitaran los tremendos dolores que ocasionaba. El único remedio era seccionar el nervio óptico, lo cual significaba la pérdida definitiva de la visión. Finalmente, accede a ser operada y transcurre año y medio en total oscuridad, a pesar de los diagnósticos
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