Memorias Del Mariscal Erwin Rommell
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DescripciĂłn
Acompañe a Rommel. SĂşbase con el a su Gesenschaffel. Sienta el ardor de las arenas del desierto. Sienta el rugir de las divisiones Panzer lanzándose al ataque. DelĂ©itese con la victoria de Tobruk. Sienta la amargura de la derrota de El Alamein. Sienta la impotencia de carecer de combustible. ImagĂnese perseguido
sin respiro por la Royal Air Force de Montgomery.
Sienta la amargura del cambio en la suerte de la guerra. Póngase con el al lado diseñando las defensas del Muro del Atlántico. Siéntale la respiración a Rommel.
El jĂşbilo y la desazĂłn. El cambio de la suerte polĂtica.
El final.
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Primera página del Tomo II
CapĂtulo 1
La carrera contra el tiempo
Tras el cese temporal de nuestro ataque a El Alamein y los contraataques ingleses, rechazados hasta entonces, la calma se abatió sobre el frente. Ambos bandos trataron de utilizar aquel respiro para rehacerse y acoplar refuerzos a las maltratadas unidades. Una vez más nos encontrábamos librando una batalla contra el tiempo.
Los esfuerzos del EjĂ©rcito Panzer iban dirigidos hacia una rápida reanudaciĂłn de la ofensiva, porque los Ă©xitos del verano habĂan producido, como siempre esperĂ©, miedo y alarma en Nueva York y en Londres. Era obvio que los angloamericanos no ahorrarĂan esfuerzos para impedir cualquier ulterior avance de mis soldados en direcciĂłn a AlejandrĂa. Pero los embarques desde Inglaterra y NorteamĂ©rica requerĂan dos y tres meses, respectivamente, para llegar al norte de Africa, rodeando El Cabo, y disponĂamos, por lo tanto, de unas cuantas semanas antes de que los inmensos refuerzos, sin duda planeados tras la caĂda de Tobruk, llegasen al teatro de la guerra. HabĂamos imaginado que dichos refuerzos afluirĂan sobre mediados de setiembre. El equilibrio quedarĂa entonces alterado de tal forma, que nuestras posibilidades de lanzar una ofensiva habrĂan desaparecido para siempre. Era preciso, pues, anticiparse.
ExistĂan otras razones por las que el ataque deberĂa ser lanzado con la mayor celeridad. Cada dĂa los ingleses colocaban más y más minas ante sus lĂneas. Un movimiento de flanqueo por la posiciĂłn principal, requerĂa primero la ruptura de la zona sur, pero las dificultades con que tropezaba semejante proyecto eran cada dĂa mayores. El elemento decisivo de nuestro plan se basaba en la velocidad y la sorpresa; debĂamos atravesar las lĂneas británicas y salir a terreno abierto con la mayor rapidez, con el fin de enfrentar al enemigo un hecho consumado. Pero si antes tenĂamos que perder el tiempo eliminando defensas, dicha sorpresa desaparecerĂa.
Además, con el Cercano Oriente y la India tan prĂłximos, los ingleses podrĂan pronto enfrentarse a nosotros con fuerzas considerables. Tropas de refresco afluirĂan desde la India, Siria y el Irak. Los equipos necesarios se obtendrĂan de los depĂłsitos y del material desembarcado por los transportes que llegaban regularmente a Egipto. SegĂşn nuestros cálculos, hacia el 20 de agosto, y contando a las unidades nuevas y reorganizadas, los ingleses dispondrĂan de 70 batallones de infanterĂa, 900 tanques y vehĂculos blindados, 550 cañones de pequeño y grueso calibre y 850 antitanques (1).
A fines de julio y principios de agosto, la 50 DivisiĂłn inglesa y la 1Âş sudafricana habĂan regresado al frente, casi reorganizadas por completo. Poco despuĂ©s, la 10Âş DivisiĂłn india habĂa recuperado tambiĂ©n sus efectivos, tras añadirse a la
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