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La revolución de un rastrojo
Una Introducción a la Agricultura Natural
Masanobu Fukuoka

160 páginas
tapa blanda
Ediciones Chakravarti
2022, Argentina
Libro nuevo


El famoso agricultor, biólogo y filósofo japonés Masanobu Fukuoka nos ha legado la formulación moderna de una verdadera “revolución” total, que, como veremos, no es para nada una subversión sino que tiene mucho más que ver con el sentido etimológico de “re” “volvere” al origen. Pues lo que Fukuoka ha propuesto no es más que el retorno a una agricultura natural que tiene como centro el alinearse con el cosmos y el ecosistema de la naturaleza. Por ello es que el concepto taoísta del “wu-wei” (no-hacer) es fundamental en su obra. Este “no-hacer”, tan incomprendido en occidente, no implica pasividad, sino lo contrario. No-hacer implica en primer lugar un esfuerzo por coartar las vanas inclinaciones superficiales y dejar actuar la fuerza originaria del espíritu para que se imponga naturalmente. Es, por lo tanto, una acción restauradora del orden cósmico, que mantiene la armonía universal, dejando actuar a la fuerza impersonal de la Naturaleza.
Tras el concepto del no-hacer, Fukuoka elabora su método de cultivo: no arar, no fumigar, no plantar, no retirar la paja, no quitar la mala hierba. Y con su cultivo sin arar, sin herbicidas o pesticidas, demuestra la relación entre este método y la salud, la nutrición, la educación, la naturaleza y la espiritualidad.
Su método de agricultura natural podría llegar a invertir la inercia degenerativa de la agricultura moderna. Y el suelo de sus campos, no labrado por más de veinticinco años, demuestra fehacientemente su superioridad dado que su calidad no ha dejado de crecer, mejorando su fertilidad, estructura y rendimiento, el que se equipara o incluso supera a las explotaciones modernas más productivas del Japón. Su método de agricultura requiere menos labor que cualquier otro, no causa contaminación, ni necesita combustibles fósiles. La diferencia fundamental es que el Sr. Fukuoka practica la agricultura cooperando con la naturaleza en lugar de tratar de “mejorarla” mediante su conquista.
Efectivamente, por medio de la agricultura natural, pueden rehabilitarse los suelos que han sido dañados por medio de prácticas agrícolas negligentes o por el empleo de productos químicos. Las enfermedades y los insectos causantes de plagas están presentes en los campos en el vergel, pero las cosechas no son nunca devastadas. El daño afecta únicamente a las plantas más débiles. El Sr. Fukuoka insiste que el mejor control de plagas y enfermedades consiste en cultivar las plantas en un ambiente sano.
El contraste se hizo evidente cuando, después de la Segunda Guerra Mundial, se introdujo la moderna agricultura química en el Japón. Al principio, esta parecía un sueño hecho realidad, al reducir el tiempo empleado en menos de la mitad. Pero una vez que las técnicas tradicionales se abandonaron, utilizando en su lugar los abonos químicos de rápida acción, el humus del suelo se agotó en una sola generación. La estructura del suelo se deterioró, los cultivos se debilitaron y se volvieron dependientes de los abonos químicos.
La ciencia moderna sólo demuestra su ignorancia de la Naturaleza al deteriorar su fuerza originaria y pavonearse luego por sus “espléndidos logros” cuando logra remediar el problema que ella misma creó, aunque con consecuencias secundarias graves, utilizando en el fondo la estrategia de aquel que quiebra piernas para vender muletas. Pues la razón de que las técnicas mejoradas por el hombre parecen necesarias, es que el equilibrio natural ha sido alterado tan gravemente de antemano por estas mismas técnicas que la tierra se ha hecho dependiente de ellas. Algo similar a los políticos que crean dependencia para luego basar su prestigio en dar ayudas, o a la medicina moderna que se hace millonaria vendiendo medicinas que ella misma ha hecho necesarias creando un ambiente enfermizo.
Exponiendo la evolución de sus campos demuestra como es a partir del momento en que las plantas se desarrollan débiles, como resultado de prácticas innaturales como el laboreo y el abonado, que las enfermedades y las plagas se convierten en un gran problema en agricultura. En realidad, la naturaleza, dejada sola, está en perfecto equilibrio. Los insectos dañinos y las enfermedades de las plantas están siempre presentes pero no proliferan en la naturaleza en el grado de necesitar el uso de venenos químicos. La aproximación sensata al control de plagas y enfermedades consiste en cultivar plantas vigorosas en un ambiente equilibrado. El mismo Fukuoka lo demuestra con su investigación, donde, con el balance entre los insectos y sus enemigos naturales, se encontró que, por ejemplo, las cicadelas eran tan escasas en sus campos como en los del Centro, que habían sido rociados innumerables veces con una gran variedad de productos químicos mortíferos. Lo que no se dice es que estos químicos pueden traer graves consecuencias tanto en la salud del hábitat como en la de las personas que luego consumen el fruto de este suelo. Demostró así que los campos se mantenían por medio de un balance natural establecido entre las varías comunidades de insectos y que si su método se adoptase globalmente, podría resolverse el problema de devastación de las cosechas por plagas.
Por ello es que si bien el libro de Fukuoka es básicamente un libro de agricultura, lleno de técnicas y explicaciones sobre como cultivar tanto arroz y cereales como frutales y verduras, nos revela una dimensión superior del hacer material diario, encuadrándolo en una cosmovisión natural y regalándonos una brillante obra que también puede ser leída como un tratado de filosofía y ecología, además de darnos valiosas reflexiones sobre dieta, salud y cultura.
El Sr. Fukuoka cree que la agricultura natural procede de la salud espiritual del individuo. Considera que el sanar la tierra y la purificación del espíritu humano son un mismo proceso y propone un tipo de vida y de agricultura por medio del cual puede tener lugar este proceso.

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