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LA COCINA MASONICA

HISTORIA, RITOS Y TRADICIONES DE MESA EN LA MASONERIA

PEPE IGLESIAS - 402 PAGINAS

Las primeras herramientas filosóficas que recibe el recién iniciado aprendiz masón son tres: la regla de veinticuatro divisiones, el mazo y el cincel. La regla simboliza las veinticuatro horas del día del masón y le indica que cada una de ellas debe emplearse con utilidad. No basta con hacer promesas de buenos propósitos durante cada ‘tenida’ y llevar una conducta disoluta o improductiva, cada hora de la vida de un masón debe seguir unas pautas de buena conducta y de trbajo. Cada momento debe ser ejemplo de rectitud, y las comidas también serán vividas dentro de la ‘obediencia’, sobre todo cuando se trate de banquetes en los que se celebre algún trabajo masónico.
El lector, masón o profano, se preguntará hasta qué punto se puede hablar con propiedad de la ‘cocina masónica’, así que primero vamos a explicar a vuela pluma qué es la cocina y luego pasaremos a hablar de la masonería realmente. También veremos como el oficio de cocinero ha sido a lo largo de la Historia del hombre una de las artes más valoradas por las sociedades cultas, y explicaremos algunas de las enseñanzas que todo buen artesano de los fogones debe conocer para ser un ‘cocinero masónico’.
Decía el gran Curnonsky que la cocina había sido el primer elemento diferenciador entre el hombre racional y el resto de los animales y Brillat Savarin, en su segundo aforismo, apostillaba la misma idea: “Los animales pastan; el hombre come; sólo el hombre de talento sabe comer”. Estas afirmaciones, más humorísticas que filosóficas, tienen cierto sentido por ejemplo en la caza, donde el hombre ha desarrollado diferentes técnicas para superar sus limitaciones físicas y poder equipararse a otras especies. Evolución natural que se aprecia en otros animales, mientras que el empleo de la cocina es algo exclusivamente racional, es decir, humano.
El hombre no necesitaba asar la carne para alimentarse, ni condimentarla con sal ni especias para poder digerirla pero, a través de este proceso, lograba transformar un solomillo de ciervo sanguinolento y difícil de masticar en un delicioso y tierno bocado que colmaba sus sentidos, convirtiendo la nutrición en un placer sensual. Así, siguiendo el tono de tertulia y hablando profanamente, podemos afirmar que cuando el hombre recibió la luz del pensamiento, una de las primeras cosas que hizo fue cocinar, luego quizás empezó a preocuparse por lo que no alcanzaba a comprender y lo asoció a fuerzas superiores que pronto llamó Dios (o dioses) y a partir de ahí, casi desde su origen, la cocina ha tenido un indiscutible carácter mágico, superior y divino.
Desde la caza del mamut en la Prehistoria hasta la conservación de los chorizos en nuestra era, el hombre ha invocado a los dioses para que su esfuerzo contase con el beneplácito sagrado que asegurase su éxito, fructificando su trabajo a través de un sabroso alimento. Sólo a finales del siglo XX, cuando el hombre ha perdido gran parte de su conciencia, de su capacidad espiritual, de su yo mágico, pensando exclusivamente en un aumento de sueldo con el que poder ir al supermercado y atestar el frigorífico de envases de plásticos multicolores, la comida ha perdido su carácter mágico para convertirse en una rutina intrascendente.
Para los masones nada pasa inadvertido y, aunque el mundo exterior vulgarice algo tan profundo como es la alimentación, nosotros que hemos heredado el conocimiento antiguo a través de nuestros antepasados a lo largo de miles de años, tenemos la obligación de mantener viva la llama de esa luz que nos muestra la belleza de tantas cosas que nos rodean diariamente, y que los ojos profanos no pueden ver aun-que pasen una y otra vez delante de ellas. El misterio alquímico de la transmutación de los granos de trigo y de la vid en pan y en vino, el estado superior de consciencia alcanzado a través del ayuno previo a una ‘tenida’, las influencias positivas o negativas que pueden ejercer sobre nuestros cuerpos físicos y astrales las distintas corrientes telúricas, cromáticas o auditivas concordantes en el cenáculo, el beneficio energético que supone ingerir un producto recolectado y servido adecuadamente, la trascendencia de un pasado histórico que pesa como una losa sobre un producto sagrado o maldito, cómo preparar un guiso para que realce toda la grandeza que contiene en su interior, etc. todo esto y muchas más cosas son las que vamos a estudiar en este trabajo.
Para los profanos que sientan curiosidad por conocer nuestras obras espero que también les sea de provecho e interés porque este libro no es hermético y cualquiera lo puede utilizar, pero para los que pretendan encontrar a través de mis recetas la Piedra Filosofal que transforma el plomo en oro, ya de antemano les recomiendo que no pierdan el tiempo. Es cierto que nuestra fórmula alquímica V/I/T/R/I/O/L/ hace referencia a esa piedra oculta, pero ese tesoro está en nosotros mismos, es nuestro espíritu lo que debemos pulir hasta que la piedra bruta aparezca pulida y perfecta. Nuestro secreto no es nada material y menos aún vinculable con el dinero o con poderes mágicos destinados al enriquecimiento económico. Nuestra fuerza está en la belleza de nuestro espíritu, por lo que advierto a todo profano que desee escudriñar estas páginas buscando el plano del tesoro de los Templarios o alguna de esas conspiraciones políticas que los franquistas nos atribuían, que perderá su tiempo y se sentirá defraudado cuando compruebe que no hay tales cosas. Si animo a su lectura a aquellos hermanos y profanos que sientan curiosidad por saber lo que hay en el corazón de una humilde manzana, es porque ellos disfrutarán al ver el pentagrama formado por sus pepitas y entenderán el porqué esta fruta, lejos de ser maldita como el clero pretendió hacernos creer, es una señal de sabiduría que, desde el mago Merlín hasta Newton ha, sido utilizada para enviar mensajes crípticos para los que como decía Fray Luis de León ”pocos sabios que en el mundo han sido”.
La gastronomía y la masonería son mi vida y les aseguro que ese maridaje es perfectamente armónico; porque si la gastronomía es una expresión cultural y en la masonería tienen cabida todas las ciencias que contribuyan a edificar rectamente la moral del hombre, la unión de ambas forma un todo mágico, fantástico, complementario, incluso para algunas personas, como es mi caso, casi absoluto.
Sería perfectamente factible rodear esta obra de ese velo misterioso con que el romanticismo barnizó la masonería durante tantas décadas, sin embargo, y sin ánimo de desmitificar nada, quiero hablar de esta obediencia con absoluta claridad, mostrando mi identidad masónica tal y como la siento, tal y como la vivo: con libertad, con alegría, con esperanza de vida, con deseos de ayudar a mis hermanos y a todos los hombres, sin sombras, sin tinieblas, sin coacciones.
En esta obra, dirigida tanto a los hermanos que pueblan todo el mundo como a los profanos que sientan interés por estas cuestiones, les voy a mostrar como a través de algo tan próximo a todos como es la comida, se puede vivir algo tan hermético como es la masonería. Veremos como un producto alimentario de primer orden, el pan, es el símbolo iniciático por excelencia que reproduce puntualmente el proceso alquímico, adoptado incluso por la Iglesia católica en la Eucaristía, máximo sacramento de esa concepción religiosa. Además, el mismo pan es el símbolo originario de las asociaciones gremiales, incluso de la masonería de nuestra era, ya que la base etimológica de ‘compagnonage’ viene de ‘compain’, es decir los que comparten el pan (la Real Academia reconoce que compañero viene de companis).
Para mí, la gastronomía es una de las artes humanísticas y científicas más importantes y trascendentes en la vida del hombre, aunque sea apenas reconocida en nuestro siglo.
El papel místico que en todas las religiones ha tenido la alimentación, hoy en día se ha perdido y habría que recuperarlo, ya que los avances de la ciencia están demostrando que las costumbres implantadas como religiosas, tenían una función higiénica imprescindible para mantener sano el organismo. Ya no se puede hablar de pecado por comer carne los viernes, de hecho fue la propia Iglesia católica la que prostituyó con sus hipócritas bulas mercantiles todo el ritual cristiano de vigilias y ayunos, para poder pagar con ese dinero la fastuosa Capilla Sixtina. Se puede hablar de una nueva higiene alimentaria, en el caso de los masones también tiene un profundo contenido esotérico.

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