Sara Gallardo Eisejuaz Tapa Dura Con Sobrecubierta
Pagá en cuotas
¡Última disponible!
MercadoLĂder | +1000 ventas
MercadoLĂder Gold
¡Uno de los mejores del sitio!
+1000
Ventas concretadas
Brinda buena atenciĂłn
DescripciĂłn
" EISEJUAZ "
Casi desconocida por el gran pĂşblico por el lugar marginal que ocupa en el canon literario actual (se editĂł sĂłlo una vez, en 1971), la novela Eisejuaz confirma el decir de su autora, Sara Gallardo: «Escribir es un oficio absurdo y heroico» (1977). Si las más de las escritoras escapan al canon de la literatura argentina, este hecho no se debe especĂficamente ni a los escritores ni a ellas mismas, sino al circuito difuso que dibujĂł la historia de las instituciones bajo el dominio de una cultura masculina que, sistemáticamente, hubo de privilegiar el hacer del varĂłn. Y no cualquier hacer ni cualquier varĂłn, porque tambiĂ©n el del escritor es un oficio absurdo y heroico, por lo menos en la Argentina. Sin embargo, las operaciones de exclusiĂłn se han ejercido y ensañado histĂłricamente con las mujeres, cerrándoles el acceso polĂtico y pĂşblico y estrechando el cĂrculo del «reconocimiento social» sobre el espacio cerrado del hogar sin cuarto propio. Entonces, son cuestiones referidas al poder y a la construcciĂłn social de ambos gĂ©neros las que hicieron que esa diferenciaciĂłn cultural fuera objeto de desigualdad; situaciĂłn que alcanza, tambiĂ©n, en el campo de la literatura, a los textos cuya autora sea una mujer; no es dable asignar esa situaciĂłn de desigualdad a lo que se dio en llamar «escritura femenina».
La novela Eisejuaz viene a contradecir la concepciĂłn dicotĂłmica que opone la «escritura femenina» a la «escritura masculina» como si hubiese, en la escritura misma, ciertos rasgos de diferenciaciĂłn sexual. Es la construcciĂłn sociocultural de los gĂ©neros la que viene a diferenciar la subjetividad femenina de la masculina, a travĂ©s de unos rasgos —social e histĂłricamente variables— que no son inherentes a la escritura sino anteriores y posteriores a dicha práctica, y que pueden o no ser asignados al sujeto ficcional que ha sido creado en un texto. Ya lo habĂa hecho notar Virgina Woolf: la escritura literaria escapa a toda atribuciĂłn sexual y ostenta su neutralidad; (el Orlando serĂa el modelo de la transexualidad de la escritura o de la hibridez sexual desde la que el sujeto que está escribiendo puede hacer hablar a mujeres y hombres; el lenguaje, aunque siempre social, en la medida en que participa del mundo de la ficciĂłn, escapa a la determinaciĂłn del gĂ©nero respecto de su autorĂa). La escritura excede los campos definidos de lo que puede ser una escritura femenina o masculina. Más bien la lengua hace al otro y lo hace personaje, sea masculino o femenino.
AsĂ lo hace la escritora en Eisejuaz, desde el momento en que crea una subjetividad masculina que es, a su vez, un sujeto trágico. Un indio que oye voces que vienen de otro lado (de las nubes, del viento, del aviĂłn, del rĂo, de su corazĂłn, etc.). Un sujeto mĂşltiple que se refiere a sĂ mismo como «yo», «Eisejuaz», «Éste TambiĂ©n», que se nombra a sĂ mismo como un yo y como otredad. Es un creyente, con vocaciĂłn de mĂstico, que no entiende lo que oye pero obedece a esas voces que le indican su destino: las voces-otras o su propia voz mĂşltiple y tercerizada. Obedece entonces a esas voces sacralizadas y oraculares que se oponen a lo que Ă©l mismo desea ser, y vive en esa tensiĂłn entre lo que ordenan las voces y lo que su mĂnima sociedad espera de Ă©l. Un destino que repugna a los suyos y a Ă©l mismo, y al que acepta, leal a su creencia, aunque entrañe una aparente traiciĂłn a las tradiciones de su pueblo. Semejante a la tensiĂłn de Abraham frente a la voz divina que le ordena matar al primogĂ©nito, Eisejuaz se debate entre su destino humano, para el que le fue dada la fuerza, y su destino mĂstico, más allá de que no lo entienda.
Conciencia mĂstica (o psicĂłtica) de un indio mataco cuya figura se torna indisociable del lenguaje que lo construye, la novela está centrada en la construcciĂłn de esa voz y, en ese sentido, se entreteje en sincronĂa con la tradiciĂłn de Juan Rulfo, de Joáo Guimaraes Rosa, de Augusto Roa Bastos, de Clarice Lispector; una poĂ©tica que consigue recuperar en el habla (que protagonizan indĂgenas o campesinos) una experiencia intensa e interna de un sujeto inocente, cuyo mundo es el de la subjetividad del personaje que construye su lenguaje y, a su vez, el del lenguaje del mismo que hace su subjetividad. Una novela que se apropia y pervierte las innovaciones formales de la novela europea y norteamericana, de Joyce y Faulkner, y se recrea en la oralidad indĂgena y bilingĂĽe, ficciĂłn plena de acentos prehispánicos.
Luego, el sentido no se cierra en la novela: asĂ como Henry James en Otra vuelta ele tuerca creĂł una subjetividad femenina de la que resulta indecidible decir si ve fantasmas porque los hay o porque los crea desde su conciencia psicĂłtica y, con ello, James construye la bisagra de k ambigĂĽedad de los lectores que se baten entre dos tradiciones literarias (de los siglos XVIII al XX) y lleva —sin inocencia— al lĂmite de lo indecidible la conciencia fantasmagĂłrica del lector (de cualquier clase de fantasmas que hablemos, siempre los seguimos llamando fantasmas); es decir, pone una trampa en la que cae tanto el lector-creyente postgĂłtico como el «avisado» y descreĂdo lector postfreudiano, con lo que iguala a ambos desde una escritura en la que caen entrampados dos siglos de lectores —«inocentes» y «avisados»— a los que no les queda otra alternativa que incrustarle algĂşn sentido a lo que les es contado; y entonces, James, en un doble movimiento, supera o cierra o denuncia la impostura de dos siglos.
AsĂ, Sara Gallardo crea una subjetividad masculina de la que decidir si es mĂstica o psicĂłtica (oye las voces del Señor y de sus mensajeros o terceriza sus mĂşltiples voces subjetivas) implica más al lector (a su ideologĂa, supuestos y marcas culturales) que al personaje mismo y a la autora. Ambos personajes son, por decir asĂ, inocentes y, ambos, trágicos y creyentes; ambos contradicen con la unicidad de su creencia el espacio que abren a la duda del lector o al espejo de la «comprensiĂłn» del lector creyente. En ambos casos, la unicidad de la creencia de los personajes se construye y se paga con el alto precio de la escisiĂłn: escindidos ellos mismos en el «yo» y el «ellos»: las figuras fantasmales que ve la institutriz de James; las voces sacras o sacralizadas que oye(n) Lisandro Vega (Eisejuaz, Éste TambiĂ©n, el comprado por el Señor, el del camino largo; yo, Agua Que Corre, inmortal). Y Ă©se no es el Ăşnico precio que pagan los inocentes de toda inocencia: la institutriz paga con la muerte del niño al que cuida y ama (sea que lo mate, sea que se lo arrebate un fantasma); Eisejuaz paga con la pĂ©rdida del destino que habĂa soñado para sĂ, que habĂa sido augurado por su madre y esperado por la mĂnima sociedad de su tribu. Eisejuaz se debate entre la pĂ©rdida de su destino —la traiciĂłn a su pueblo que conlleva el acto de servidumbre que dirige al más vil y andrajoso de todos los «señores»—, y la salvaciĂłn de su pueblo que deviene del acto incomprensible para el que su Señor le compra las manos. «Te digo: [dice al Señor] Es difĂcil cumplir en este mundo de sombras».
El Ăntimo grupo de escritores allegados a Sara Gallardo reconocieron siempre —entonces y ahora— la excelencia de esta novela y muchos de ellos se lo hicieron saber, más allá de que ella no terminara de creerles. El 1° de diciembre de 1971, desde El ParaĂso, Manuel Mujica Láinez le escribe:
Querida Sara: Esta mañana terminĂ© la lectura de tu novela «Eisejuaz», que me mandĂł, con otras, la Editorial Sudamericana, y de inmediato sentĂ la necesidad urgente de enviarte unas lĂneas de felicitaciĂłn muy entusiasta y muy sincera. ¡QuĂ© libro extraño y bello has logrado!
No imagino cĂłmo se te ocurriĂł, ni cĂłmo te atreviste a emprenderlo. ¡QuĂ© audacia! Todo se ajusta en Ă©l a k perfecciĂłn: la psicologĂa del con¬movedor —tan humano y santo— indio mataco; la atmĂłsfera en la cual se desarrolla su vida; los personajes que lo rodean encabezados por el infernal Paqui; el idioma con el cual Eisejuaz narra su historia terrible y absurda, una lengua que implica una verdadera creaciĂłn, que manejas admirablemente de un extremo al otro del libro, y que me temo sea contagiosa. Ojalá la gente comprenda lo valioso de tu texto. Ojalá —como me sucediĂł a mi— atraviese, deje atrás, la sorpresa, la desazĂłn de las primeras páginas y, una vez adaptada a las exigencias de un relato que hubiese perdido notablemente si no hubiera sido redactado asĂ, se interne en la singularidad alucinante del mundo que te adeudamos. No sĂ© —lo ignoro casi todo de la literatura latinoamericana— si en otro paĂs de nuestro continente han intentado nada, por ese mismo y peligroso camino. AquĂ, tengo k certidumbre de que no existe nada en el tipo de tu libro, el cual será seguramente imitado […]. Nos llenaremos, por causa tuya, de confesiones indias. Aunque, ¡quiĂ©n sabe! No es tan fácil. […]
En fin, me despido saturado, gracias a ti, de imágenes nuevas y quedo en compañĂa de un hĂ©roe mitad ángel y mitad monstruo que, en el medio de la mediocridad intelectual que nos rodea, se alza con la robustez de un testimonio.
AUTOR : SARA GALLARDO
Sara Gallardo nace en Buenos Aires en 1931. Recorre los espacios de la literatura desde la biblioteca familiar y como corresponsal de revistas o columnista de diarios, sea en compañĂa de su primer esposo, Pico Estrada, o de su segundo esposo, H. A. Murena. Desde muy joven se inicia en el nomadismo: una mujer errática que se desplaza de Buenos Aires a Europa (1949), AmĂ©rica Latina (1960), Medio Oriente (1965), norte de la Argentina (1968), Cataluña y Provenza (1971). Para ese entonces ya ha publicado sus novelas Enero (1958), Pantalones azules (1963, Tercer Premio Municipal en el 64), Los galgos, los galgos (1968, Primer Premio Municipal 69 y Premio Ciudad de Necochea de la VI Fiesta Nacional de las Letras, de cuyo jurado participan Leopoldo Marechal, Aldo Pellegrini y Juan Carlos Ghiano). Eisejuaz es de 1971. Cuando muere Murena se aĂsla con sus hijos en Cruz Grande y en un lugar de El ParaĂso (la casa que le ofrece Manuel Mujica Láinez en La Cumbre, CĂłrdoba). AllĂ encuentra, hojean¬do Eisejuaz, la frase que habĂa olvidado: «Un animal solitario termina devorándose a sĂ mismo». Si la escritura es tambiĂ©n una clave de la experiencia secreta de su autor, entonces ella sabe oĂrla, sabe que es la puerta de un viaje y vuelve a partir: se instala —siempre con sus hijos— en Barcelona (1977), Suiza (1980) y Roma (1982) sin poder sujetar en un solo espacio su «cuerpo de mil vidas». Publica el libro de cuentos El paĂs del humo (1977) y la novela La rosa en el viento (1979). Errática, nĂłmade, cosmopolita, vive de lo que le llega en suerte o de los caminos que le abren sus amigos y amigas escritores: casi siempre se gana la vida escribiendo para diarios y revistas (entre otros, La NaciĂłn). De esos trabajos elige los que publica en las Páginas de Sara Gallardo (1987). Y escribe. La escritura se lleva puesta a cualquier lugar del mundo y ella anda de una parte a otra sin asiento fijo; ser escritora es para ella una fatalidad, una misiĂłn, un des¬tino inevitable. Muere en forma imprevista en brazos de los suyos cuando los visita en Buenos Aires, en 1988.
COLECCION LITERATURA
EDITORIAL : CLARIN
LIBRO IMPECABLE DE TAPAS DURAS
ENVIO POR MERCADO ENVIOS POR CORREO ARGENTINO A TODO EL PAIS A CARGO DEL COMPRADOR/A!
GarantĂa del vendedor: 90 dĂas
Preguntas y respuestas
¿Qué querés saber?
Preguntale al vendedor
Nadie hizo preguntas todavĂa. ¡HacĂ© la primera!