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Descripción

Escuela de Mística Fascista
Escritos sobre mística, ascetismo y libertad 1940-1941

156 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Chakravarti
2023, Argentina
tapa: blanda,

Si bien no se puede decir que Julius Evola fuera propiamente fascista, y él mismo se haya diferenciado terminantemente de los movimientos políticos de su época, no se puede negar que fue un hombre de ideas inclaudicables e innegociables con conveniencias circunstanciales. Además, algo raro de encontrar, fue una persona coherente con ellas y por lo tanto se convirtió en un hombre de acción dispuesto a luchar por su realización. Y es siguiendo la ética guerrera kshatriya, de hacer lo que debe hacerse, sin importar las consecuencias, que se decide a desempeñar un papel como formador de nuevas generaciones y busca actuar en los movimientos modernos que más sentido de la espiritualidad tenían.
Su intención es “rectificar” sus concepciones ideológicas depurándolas de meras preocupaciones mundanas para poder orientarlas hacia la trascendencia, formando así en las élites un nuevo tipo de hombre. Es así que, aunque suene descabellado para los oídos políticos modernos, en tiempos de simple pragmatismo Evola se dedica a introducir en política los conceptos de mística y ascetismo.
La oportunidad de participación se presenta en la “Escuela de Mística Fascista” que ciertos sectores del fascismo italiano fundan con la intención de educar a la juventud para que pueda constituir una futura élite dirigente, según los principios de una nueva civilización, portadora de un papel imperial para Italia, una ética anticapitalista y antisocialista y un nuevo modelo humano. El objetivo era “elaborar y difundir los principios políticos, éticos y filosóficos de una nueva concepción de la vida”.
Es un papel similar, igualmente formativo para los místicos, el que desempeñará Julius Evola: su presencia en el comité de dirección de Dottrina Fascista, la revista de la Escuela fundada en 1937, y una producción literaria imparable, de innegable reflexión, lo pondrán naturalmente entre los referentes de la nueva fe. Muchos temas evolianos, como se verá, serán retomados por la Escuela de Mística Fascista, que resultará ser una cuidadosa oyente.
La polémica contra la Modernidad es asumida por los místicos en los mismos términos evolianos porque se inspiran en un dualismo metafísico, en una interpretación bipolar de la existencia: por un lado, el Espíritu, es decir, una fuerza nueva, joven, fuertemente combativa, que trae consigo nuevos valores; por otro, la Materia, la síntesis de todo el mundo nacida de la Revolución Francesa, como un concentrado del pacifismo, el igualitarismo y el dominio de la economía. Los “valores del Espíritu” se afirman frente a los valores democráticos liberales y marxistas, dado que estos dos últimos comparten una raíz ideológica común: ambos toman la economía como clave de interpretación de la realidad, la convierten en la base del sistema político y en la felicidad señalan el fin a alcanzar.
Ese combate, que luego se trasladaría a la guerra, es el que Evola intenta purificar quitándole una finalidad política circunstancial para convertirla en una lucha que no busca gloria, ni enriquecimiento o conquista, sino que es “en su esencia, sobrepolítica y sobrehumana”. Evola busca convertir la pequeña guerra en una “gran guerra santa” en tanto que es la lucha del hombre contra los enemigos que trae consigo”.bUna de esas raras ocasiones que permiten elegir un camino privilegiado hacia la elevación espiritual, donde el hombre se desprende de los nudos que le atan a una visión meramente terrenal de la existencia.
Diferenciándose por mucho de la vanagloria del moderno en sus conquistas materiales, un místico busca sólo la conquista sobre sí mismo, la fuerza de la personalidad, el carácter y el dominio interior. Pues las conquistas materiales del hombre occidental, lejos de tener por contrapartida conquistas interiores, casi diríamos que se pagan al precio de una inconsistencia interna igualmente mayor, de una pasividad y de una debilidad ante la vida sentimental, el instinto, la pasión, la sensación. Los prototipos de conquistador del moderno pueden bien ser, y mayormente lo son, tan esclavo de las pasiones y las sensaciones como cualquiera. Todos estos logros, en sí mismos, carecen de importancia con respecto al punto fundamental, que es el de la relación del yo con el contenido de la propia vida interior.
Conquistador del mundo exterior, el hombre moderno en su interioridad es pasivo, sin forma, inconsistente. De esta forma, no puede jamás existir una verdadera “Libertad” con la que tanto se llenan la boca sin llegar siquiera a vislumbrarla.
Para Evola, las tareas de formación de un hombre nuevo y, sobre todo, de una nueva élite antiintelectual, activa y viril en un sentido superior y romano, no pueden separarse de ninguna manera de esto. Y si se ha podido hablar de una mística , es evidente que también se puede hablar de una ascesis, porque una mística que no presuponga una ascesis en el sentido más amplio o bien es inconcebible, o bien es ya sospechosa, y es la entrega a impulsos y sentimientos que no son racionales sólo porque son subracionales.
Como Evola mismo prueba, este ascetismo nada tiene que ver con un escapar del mundo, como modernamente se entiende, sino, al contrario, es una acción pura sobre lo que el mundo presenta de forma que lo sagrado todo lo impregne y el contacto con las fuerzas superiores pase a ser el modo normal de vida. Pues cuando lo que se tiene en mente es la formación de una élite, lo que cuenta no es lo que pueda ocurrir excepcional y esporádicamente, sino que lo que cuenta es la virtud sistemáticamente realizada y transformada en una posesión firme, habitual.
Evola, en suma, se propuso difundir entre las filas politicas una concepción de la vida con la “autodominación” como ideal supremo y, por tanto, la libertad en un sentido más elevado.

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