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LIBRO DE 230 PÁGINAS EN MUY BUEN ESTADO
16 POR 18 CM
Introducción
Los países árabes han ejercido siempre una clara fascinación, por la
diversidad de sus costumbres, de sus ritos, y nada más adentrarnos en la
historia de las naciones ribereñas del Mediterráneo, nos salen al paso los
vestigios de aquella civilización, de la cual somos tributarios en cierto modo
principalmente en aquellas disciplinas que tienen un carácter científico: la
Matemática, la Astronomía, la Física y también la Medicina.
Los árabes, han sido siempre un pueblo paciente, acostumbrado a las
adversidades que les procuran la dificultad del clima, la falta de agua y los
inmensos páramos que les es preciso salvar para comunicarse con los demás
pueblos de su área. La solitud del desierto, las noches silenciosas, el calor
agobiante durante el día y el frío penetrante al caer el sol, impiden en realidad
una actividad física, pero predisponen el ánimo para la meditación.
También los griegos fueron maestros del pensamiento, principalmente
dedicado a la Filosofía y aun cuando entre ellos se encuentran buenos
matemáticos –la escuela de Pitágoras todavía está presente- fue una actividad
de unos pocos y, en cierto modo, era considerada una ciencia menor. Los
pueblos árabes, en cambio, la tomaron como principal ejercicio de su actividad
mental, heredera de los principios de la India a los que desarrollaron y
engrandecieron por su cuenta.
Asombran todavía hoy los monumentos que la antigüedad nos ha legado
procedentes de aquellos países en los que se observa, más que la inquietud
artística, muchas veces vacilante e indecisa, la precisión matemática.
Por esto, cuando en un libro como El Hombre que Calculaba se juntan estas
dos facetas tan distintas, a saber Poesía y Matemática, tiene un encanto
indiscutible y nos adentramos en lo que sería posible aridez en los cálculos, a
través de interesantes historias y leyendas, unas llenas de Poesía, otras de
humanidad y siempre bajo un fondo matemático en el que penetramos

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