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Descripción

Vieja es la brisa y aún sigue soplando. Viejo es el mar y todos los días acaricia las costas. Vieja es la Tierra y gira que te gira. Como el paisaje, esas arbitrarias etapas en que el marketing de turno divide las vidas de las personas, suelen ser tan sólo un estado de ánimo.
La vejez es un punto de vista, una perspectiva que puede incorporarse como ese estrecho sendero que desemboca en el abismo del desosiego, bien en esa ancha avenida por cuyos carriles circulan la experiencia y la sabiduría, el futuro y el pasado.
En el presente, también es esos achaques que -acaso incómodos- recuerdan a su portador que está vivo y en ese punto se los agradece: grave sería sentir nada de nada en el cuerpo. En esos días, amanecer con algún dolor sólo certifica nuestra existencia.
Con más leyendas y mitos que circunstancias verificables, la vejez se distingue de toda ancianidad en el modo en que cada quién la experimenta. Es en esa vía donde Osvaldo Benetti escribe Trabajo de viejo, un recorrido entrañable que mantiene en vilo al lector en el que se intercalan recuerdos y, por qué no, simples olvidos cotidianos; el despliegue de la farmacopea y aquella escena dormida a través de las décadas que arriba en el momento preciso y en el lugar indicado para aliviar el alma.
Pues sí, ser viejo es todo un trabajo: Trabajo de viejo.