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ANILLO LEON DE JUDAH RASTAFARI EN PLATA

MIDE DE FRENTE 1,5 X 0,7 CM CM

PESO APROX 5,5 GR

Me remonto otra vez a la estancia de Bob en Wilmington con su madre tras casarse. Más concretamente al final de aquellos días, cuando Rita, que pasó con él una temporada con su hija Sharon, se volvió a Jamaica.

Cuentan que, por entonces, Bob estuvo bastante deprimido, y que una pesadilla recurrente le agobiaba mucho. Un día que su madre volvía a casa, se lo encontró tumbado en el sofá, donde lo había dejado antes de salir. Bob estaba sudoroso y nervioso. Había un sueño que lo acosaba, le contó a su madre. Y sentía la misma angustia que cuando tuvo unos sueños que le predecían la muerte de su abuelo Omeriah.

En el sueño, Bob se encontraba tumbado en el sofá donde solía dormir y un hombre, vestido con ropa militar caqui, se le acercaba a él y lo observaba detenidamente. El militar le enseñaba un anillo que tenía entre sus manos y le decía que eso era todo lo que tenía para darle. Bob cogía el anillo y acto seguido se despertaba muy excitado.

Su madre le tranquilizó diciendo que aquel sueño tenía una explicación muy sencilla. Fue a su habitación y le enseñó un anillo que Norval Marley le había regalado antes de nacer Bob. “Yo creo que ese sueño es una bendición de tu padre”, le dijo. A los pocos días, y tras recibir una citación para Vietnam, Bob tuvo que irse a Jamaica. Debido a la insistencia de su madre, el anillo del Capitán Marley viajó con él. Al despedirse, su madre le miró de arriba a abajo y, como con resignación, le dijo: “Vuelve a casa y hazte rasta.”

Cuando Haile Selassie fue coronado en Etiopía, fue considerado, según la tradición del antiguo Imperio, 225 descendiente del Rey Salomón de Israel y la Reina Makeda de Sava.

Cuenta la leyenda que Makeda visitó a Salomón en Israel, aconsejada por el mercader etíope Tamrin. Quedó impresonada por lo que vió, aceptó como dios único al de Israel, y quedó embarazada de Salomón.

Cuando decidió volver a Etiopía, el rey Salomón le regaló un anillo. El anillo era un sello que tenía grabada la imagen del León de la Tribu de Judá. Al dárselo, le dijo a la reina que el anillo era para el niño que iba a nacer. Le pidió que, cuando creciera, se lo enviara a Israel para que él le proporcionara la educación. Y le puso nombre, Ebna Hakim, “hijo del hombre sabio” (y modesto, añado yo).

Makeda habló a su hijo de Salomón, y le dio el anillo. Cuando se lo puso, la reacción fue inmediata. El anillo parecía arder en su mano. Pero su madre no quería que se lo quitara, y envió a su hijo con el anillo al Palacio de Salomón. Cuando Ebna Hakim fue presentado a Salomón, éste no quiso reconocerlo hasta que no le enseñara el anillo. Después dijo a su hijo: “Estás temeroso del poder de tu anillo, pero ese poder es para ti. Debes de aprender a aceptar tu destino.”

Años después, el niño volvió con el anillo a Etiopía, donde se convirtió en el primer Emperador con el nombre de Menelik. Y el anillo fue pasando de generación en generación a través de la dinastía salomónica etíope (tal y como cuenta el Kbra Negast, el Libro de la Gloria de los reyes), hasta llegar a Asfa Wossen, el hijo de Haile Selassie, que, en 1977, unos tres milenios después del reinado de Salomón en Israel, se encontraba exiliado tras el derrocamiento y muerte de su padre en Londres. Al igual que Bob Marley.

En aquel 1977 en el que Marley andaba por Londres, hubo varias reuniones entre cualificados rastas y la Iglesia Ortodoxa Etíope. En el transcurso de una de aquellas reuniones, a la que asistían varios etíopes en el exilio, fue presentado el Príncipe Coronado, Asfa Wossen. Fue coronado, en presencia de leales a su padre, el año anterior en Suiza, donde había salvado la vida no sólo por la intervención médica, sino por el haber estado fuera de su país cuando el golpe de estado.

Asfa Wossen ya había manifestado en alguna ocasión su interés por conocer a Bob Marley. Se mostraba agradecido por la continua defensa de su padre que hacía en los medios de comunicación. El rasta acudió con presteza a la audiencia.

Mantuvieron una conversación de dos horas, en la que Asfa Wossen habló con el rasta de su padre y de la situación por la que pasaba Etiopía a raíz del golpe de estado. Cuando Bob Marley iba a abandonar el salón donde se celebraba la entrevista, Wossen le dijo que tenía algo para él. “Esto perteneció a mi padre – le dijo – y tú eres el único que puede llevarlo”. Y le dio a Bob un anillo.

Bob Marley se quedó paralizado. Aquella piedra negra sobre la que había una figura del León de Judá era el anillo que había visto en los sueños que tanto lo conmocionaron en Delaware once años antes. Un Bob pálido y traumatizado vio como Wossen se lo ponía en el dedo de la misma forma que lo había visto en el sueño. El legado salomónico encajaba perfectamente en su dedo.

Cuando Wossen se dio cuenta de cómo estaba Bob, le preguntó si se encontraba bien. Bob le dijo que un enigma con el que había tenido que vivir muchos años había quedado resuelto.

Bob Marley no se quitó nunca más el anillo. En alguna ocasión confesó a algún íntimo que a veces le quemaba como si ardiera en su dedo. Jamás habló de él con la prensa.

En primavera de 1980 Bob recibió al sobrino y la nieta de Haile Selassie en la casa de su madre en Miami. Fue la segunda ocasión en que Bob se relacionó con miembros de la familia imperial etíope. Ellos le confirmaron que aquél, y no otro, era el anillo que el Negus había llevado en vida


Prophet Gad movió todos los hilos posibles para conseguir saber qué había sido del anillo de Bob cuando éste murió. Quería la reliquia para su secta de las Doce Tribus, e hizo todo lo necesario para obtenerla.

Bob Marley siempre había sido más que discreto en todo lo referente al anillo que le dio Asfa Wossen. Ni siquiera alguno de sus más cercanos tuvieron información sobre la reliquia y su significado. Prophet Gad hizo que Skill Cole y Pee Wee frazer se interesaran por el anillo, de la misma forma que otras varias personas de la dirección de la secta también lo hicieron.

Bob Marley siempre llevaba puesto el anillo desde que Wossen se lo dio, pero el 9 de mayo del 81, cuando se trasladó de Baviera a Miami, y viendo su final irremediable, se lo dejó a su abogada y confidente personal, Diane Jobson. Ella se encargó del anillo. Hubo un momento en que pensó en dejárselo a Ziggy, su hijo mayor, pero luego pensó que él no era quién para darle el anillo a nadie, pasara lo que pasara.

Durante los primeros funerales en Miami, el anillo estuvo en el dedo de Bob, dando a entender que sería enterrado junto a él. No se lo creyó nadie.

Una vez finalizadas todas las exequias, relevantes miembros de las Doce Tribus de Israel se dirigieron a Diane Jobson. Acudieron a ella con un donativo de 3.000 dólares. Le dijeron que era dinero recaudado durante los funerales para ayudar a sufragar los gastos. “A mí no me deis vuestras treinta monedas de plata”, fue la respuesta de Diane Jobson, una mujer que posiblemente todavía sabrá muchísimas cosas de la vida real de Bob, sus negocios y sus relaciones, pero que las lleva con una enorme discreción.

En vista del fracaso, fueron donde Cedella, que no podía entender qué beneficio esperaban obtener del anillo los autodenominados rastas de las Doce Tribus. “El anillo ha vuelto al sitio de donde vino. Ha vuelto a la poderosa mano de Su Majestad”.

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