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Características del producto

Características principales

Título del libro
Las Hipótesis De Nadie
Autor
Juan Manuel Roca
Idioma
Español
Editorial del libro
Universidad Nacional de Colombia
Edición del libro
Primera
Tapa del libro
Blanda
Con índice
Año de publicación
2005

Otras características

Cantidad de páginas
132
Altura
21 cm
Ancho
14 cm
Con páginas para colorear
No
Con realidad aumentada
No
Accesorios incluidos
Prólogo de Eduardo Chirinos
Edad mínima recomendada
18 años
Edad máxima recomendada
99 años
Escrito en imprenta mayúscula
No
Cantidad de libros por set
1
ISBN
9789873752896

Descripción

Las hipótesis de Nadie, de Juan Manuel Roca. Ed. Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, año 2005. Primera Edición. Tamaño 21 x 14 cm. Prólogo de Eduardo Chirinos. Estado: Impecable, como Nuevo. Cantidad de páginas: 132

Con Las hipótesis de Nadie, Juan Manuel Roca (nacido 1946, en la ciudad de Medellín) recibió el Premio Nacional de Poesía Ministerio de Cultura 2004, un reconocimiento justo a su madurez y al trazado de una obra trascendente e influyente en la literatura de lengua castellana. Roca es testigo de su tiempo, pero al unísono incursiona en su pensar y reflexión propia. Sostiene siempre en lo hondo de su escritura un diálogo con interrogaciones, controversias y conflictos. Posee la capacidad de fundir en un solo aliento el humor y el drama, lo mordaz y lo sublime, la interioridad y la historia, la ironía y el testimonio. La poesía de Roca viene a ser el lugar de encuentro entre la experiencia (de la escritura) y del pensamiento profundo, de la palabra y la obra, anunciando a la vez una constante renovación lírica desde su aporte individual y creativo. Roca ha sido un ejemplo de voluntad creadora que se reafirma con el presente libro, colección de poemas al que se refiere Eduardo Chirinos como un texto repleto de lúcidas incertidumbres, de “alguien que en un momento de su vida decide abandonar el nombre que le dieron para disolverse en la nadería de todos”.

El libro mencionado inicia con un epígrafe de Simone Weil: “El ser del hombre está situado más allá de la cortina”. En seguida hallamos la constante del “Puede ser” como lema de esta poética de la mejor ambigüedad, más cuando se pregunta por la identidad de Nadie, el protagonista: ¿un ciego, la página en blanco, un lazarillo fantasma, el viento misterioso, el país de los desaparecidos, “el ladrón de lejanías”. “el nómada de sí mismo”?.

La visita de Nadie es anunciada por el viento (la ventana que suena, las hojas móviles del árbol, el periódico que vuela). La atmósfera la pueblan sus perros callejeros o sin dueño, la casa vacía, el solitario armario, la sombra de Ulises, los exiliados del país profundo, las puertas selladas, los espejos sin marco, “la extranjera, una mujer gótica vestida de blanco”, las sombras en tertulia, “herraduras sin caballo, cadenas sin preso”, “la lámpara rota, el esqueleto de un paraguas”, “el señor inexistente”.

Ante las cuestiones, demandas e inquisiciones, el poeta se lanza por caminos ciertos y presenta sus hipótesis, es decir, sus conjeturas a través de abiertos signos, suposiciones derivadas de un conocimiento, de una experiencia que brinda la imaginación creadora. Son probabilidades que parten de la formulación de preguntas e intentan revelar algo, las causas, los orígenes, las esencias de una realidad cruel, el anonimato de los seres, su cosificación, el extravío de la identidad. Debido a ello el poeta, en Oración al señor de la duda, solicita: “Más que fe, dame un equipaje de dudas/. Ellas son mi puente, mi afluente, mi oleaje/. Venga a nos el Reino de lo Incierto. Mantén en vilo mis verdades/, Concebidas, muertas y sepultadas/ En los telares del olvido”.

La aparición de Nadie va a generar la abolición de la realidad del yo. Va a revocar, de ahora en adelante, la trascendencia del yo, o lo que es lo mismo, anular al hablante, al emisor tradicional de enunciaciones. Al mismo tiempo renuncia a la objetivación del poeta, suspende la función de referencia, la frontera reforzada entre el yo y el mundo. “El yo resulta completamente penetrable y penetrado, sin topografía reconocible”. El sujeto ya no es el yo reconocido del poeta, pues se transforma en el otro desconocido que sin embargo, gracias a la poesía, se le dota de vida interior. Nadie no tiene rostro, identificación, patria, lugar o fronteras, mucho menos representación. “Es un cuerpo sin órganos”, diría Artaud, un espectro, sombra, visión, espíritu que únicamente ofrece intensidad y está listo para dejar el anonimato y ser aludido, bautizado e investido como Nadie, “la presencia ante la ausencia”, la posibilidad ante la imposibilidad, lo creíble ante lo increíble, por absurdo que parezca.

Al nombrarlo el otro existe, afirma la presencia de la “otredad”, así éste sea un completo desconocido, aunque a las postre reflejo de sí mismo, espejo de todos. Dicha actitud escéptica niega la posibilidad de la certeza común y corriente de la homogeneidad, de la monotonía, de la igualdad, de la identidad que es lo mismo, porque ahora el lenguaje a través de Nadie viene a anunciar la viabilidad de ser sujeto, de ser alguien. Pero al nombrar a ese alguien inexistente (Nadie) lo hace existir, lo dignifica, lo humaniza, le pone rostro, le brinda un lugar en el mundo y lo escoge como protagonista.

Parece que Nadie se pensara a sí mismo, como si tuviera conciencia poética. Pasa de la muerte (el no nacido o el insignificante, hombre de la nada, del no ser, el hombre mínimo, de muy escasa entidad) a una vida que le otorga cuerpo. De la negación a la presencia sería el tránsito, la exploración de una poética que vence por virtud de la palabra al vacío la angustia, la muerte y el olvido que ofrece la nada. Desde ya la poesía persigue un cuerpo y Nadie se encarna, se personifica, toma un espíritu y por lo tanto forma. La temporalidad huidiza del ser adquiere un lugar, una estancia (el poema y su mundo), su única precisión y esperanza, su domicilio

De esta manera Las hipótesis de Nadie bordea el absurdo, lo imposible. Nos ofrece el otro mundo, el de Nadie, un mundo quebrado y exasperado, cuyo médula original, su raigambre es la ausencia, la negación, el corazón vacío, la aniquilación, donde viven seres nocturnos y fantasmales y que se enfrenta al estigma del terror de la nada, de la vacuidad y la duda eterna. Entonces el poeta valiéndose de la ironía, el sarcasmo, el humor y el drama, realiza la “construcción del no ser”, porque al fin y al cabo, tal como lo aseguraba Antonio Machado, existe la “esencial heterogeneidad del ser” y la realidad es la “oscilación constante entre el ser y el no-ser”. Nadie, por lo tanto, vendría a ser la gran ilusión de la existencia, su clave, el eslabón entre los mundos, el otro, el opuesto íntimo de cada quien:

Aquí hay un despliegue de una contradicción que no se puede reducir a simples esquemas y nociones. La evidencia central de tal sentencia es la desarticulación definitiva de las premisas que hacían del yo un recurso por excelencia. El yo se desacraliza ante su fracaso e inmovilidad, quizás frente a su inevitable cambio. El poeta se aventura a explorar el rompimiento de la identidad, la fragilidad del ser, su destierro ontológico, el dolor y el miedo del hombre de nuestro tiempo, la monotonía, lo previsible. Nadie se enfrenta a la cotidianidad, al desencanto de los días sucesivos. En consecuencia Nadie, tan sólo dotado de ambivalencias y su temido apego (quizás familiaridad y confianza), se pone frente al espejo verbal, porque él es el sobreviviente de la ciega repetición.

La ruptura también se da con el intimismo asfixiante y con la soberbia de un narcisismo aún en boga que se complace en la melancolía. Aquí, por el contrario, enfatizo, el poema atestigua la disolución del yo, incluso, hasta llegar a una dramática y lúcida intranscendencia de lo propio e íntimo. El rostro se fragmenta y se pierde en los límites del fantasma, cuyo advenimiento, súbita aparición, asalto inesperado, nos acompaña durante toda la lectura. La normalidad y la alucinación están entrelazadas por medio del trastrocamiento verbal de todos los planos, la unión de lo conceptual y lo imaginativo, la inteligencia y el delirio y las nociones de unidad y multiplicidad. Una poesía que opera mediante yuxtaposiciones y fragmentos, articulando imágenes contrapuestas, siempre inesperadas y encaminadas hacia la caracterización de Nadie.

Somos testigos de la manera cómo Las hipótesis de Nadie despliega la mirada interrogativa en el territorio de la palabra, al servicio de una voluntad exploratoria de la realidad de nuestro tiempo, espacio donde observamos las aristas de lo múltiple y la reverencia a los rostros dobles. La afirmación de Eduardo Chirinos así lo confirma:

Ni escritura desértica ni verbalidad desesperada, Las hipótesis de Nadie son las palabras lanzadas al viento por alguien cuya soledad, lejos de aislarlo, lo diluye en una vasta hermandad donde es también el hombre ciego de Friburgo, el fantasma que cambia de sitio los cubiertos, el que dejó abandonado su abrigo en la percha de café y arrastra papeles en una calle solitaria. Por Gabriel Arturo Castro

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