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Descripción

“Aquí me han dicho que soy enfermo, que me van a someter a un tratamiento... entonces, ¿qué culpa tengo yo si no puedo sujetarme?”. La frase la dijo Cayetano Santos Godino, en el Hospicio de las Mercedes, y fue publicada en el diario La Patria degli Italiani, en noviembre de 1915. Entonces él mismo declaraba haber cometido once delitos, “tres muertos y ocho lastimados”. Los muertos y lastimados eran niños. “El petiso orejudo como Estropeado –el personaje del cuento ‘El niño proletario’ de Osvaldo Lamborghini– fue el blanco de todo lo que su época barajaba entre la modernidad científica y el cromagnonismo retórico. Literatura postochentista dispuesta a difundir que el puerto de Buenos Aires es la gran vagina que expulsa sobre la ciudad una inmigración bacteriana –en la cama del cocoliche sólo se podría parir un degenerado–, sociología biologista, psiquiatría fantástica, estética policial, todo converge en ese cuerpo con orejas en pantalla que posa para los legajos policiales contra un fondo de nubes de cartón pintado, con traje marinero, un hilo en la mano o desnudo, las piernas separadas, exhibiendo un sexo elefantiásico”, plantea María Moreno en El petiso orejudo

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